Jack London (1876-1916) fue uno de los autores más reconocidos de su tiempo, y algunas de sus obras continúan siendo referentes de la literatura de ficción: Colmillo Blanco, La llamada de lo salvaje… Pero junto a esos libros, London escribió una serie de novelas de naturaleza marxista que sin perder un ápice de su carácter novelesco fue el vehículo de transmisión de los principios socialistas como la lucha de clases o las condiciones de vida de los trabajadores al igual que ya hicieron o harán otros escritores como Edward Bellamy o Upton Sinclair. Entre esas obras se encuentran; La gente del abismo, La lucha de clases, y por supuesto, El Talón de Hierro, su novela más destacada de esta clase y el tema del presente artículo. Un recorrido breve de su vida ayudará a comprender su compromiso con el marxismo. Jack London nació en 1876 en la ciudad estadounidense de San Francisco en un momento en el que el país estaba terminando la Era de la Reconstrucción (1865-1877), un periodo de la historia estadounidense que siguió a la Guerra de Secesión (1861-1865) durante el cual se intentó reparar el legado político, social y económico de la esclavitud y resolver los problemas derivados de la readmisión a la Unión de los once estados que se habían separado. Su vida transcurrió a lo largo de la Gilded Age (1877-1890s), una etapa económica, social y política que sucedió a la Era de la Reconstrucción en la cual el país emprendía la senda para convertirse en la gran potencia industrial, sustentada sobre la explotación de la clase obrera. Jack London, abandonado de niño y criado por una exesclava, aprendió a leer y a escribir de manera autodidacta. Desde los 13 años comenzó a trabajar en diversos oficios; en la empresa de enlatados Hickmott's Cannery, como recolector furtivo de ostras y cazador de focas[1]. Tras un viaje a Japón en 1893, regresa a Estados Unidos en plena depresión económica, conocida con el nombre de “Pánico de 1893” y que sacudió al país con una oleada de disturbios sociales. Tras varios años como vagabundo en busca de trabajo, en 1897 se traslada a Alaska para trabajar en las minas de oro en unas condiciones inhumanas que provocaron que contrajera escorbuto[2]. Fueron estos años de trabajo y miseria los que causaron la concienciación como miembro de la clase obrera y se implicara con el socialismo. En 1896 se afilió al Partido Laborista Socialista (Socialist Labor Party), el cual abandonaría en 1901 para unirse al recién fundado Partido Socialista de América (Socialist Party of America). Fue en estos años, ya convertido en un importante escritor, cuando probó suerte en la política como candidato a alcalde de Oakland (ciudad en la que se estableció tras abandonar Alaska) en dos ocasiones (1901 y 1905), sin lograr amplios apoyos[3]. A partir de 1906, la independencia y riqueza económica que le proporcionaron sus escritos, le permitió iniciar una serie de viajes por todo el país dando conferencias en defensa del socialismo. Y es durante los años de activismo socialista cuando publicó El Talón de Hierro en 1908. La novela se basa en el manuscrito de Avis Everhard encontrado en un tocón de árbol en el año 2600 d. C. o en 419 de la Fraternidad Humana, una época en la que el mundo vive en una sociedad socialista tras el triunfo del movimiento obrero. El recorrido temporal del manuscrito abarca los años entre 1912 y 1932 desde que conoció a su marido, el revolucionario Ernest Everhard, hasta su captura y ejecución por su participación en la revolución obrera de la Comuna de Chicago. El manuscrito, narrado en primera persona por Avis Everhard es una descripción detallada de cómo funciona el capitalismo, sus consecuencias políticas, sociales y económicas y cómo el Talón de Hierro, como se conocía a la oligarquía formada por los más poderosos industriales, impuso su dictadura.
En este libro, Jack London crítica duramente el capitalismo, que hacia finales del s. XIX había evolucionado a su fase superior y que el propio autor fue testigo de ello. Una de las características de la Gilded Age fue la formación de los Trust, grandes empresas monopolísticas, uno de los puntos centrales del libro, y un fenómeno que sería estudiado con atención por Vladimir Lenin en su importante obra El imperialismo, fase superior del capitalismo publicada en 1917. En aquellos años, el sistema capitalista de la libre competencia propio de la Primera Revolución Industrial que defendieron los pensadores de la Escuela Clásica, había sido sustituido por un capitalismo monopolista que controla la producción, distribución y el precio de un determinado producto (petróleo, carbón, acero) o servicio (ferrocarriles, electricidad). A lo largo del libro, London expone ideas y reflexiones propias del marxismo como las incoherencias del capitalismo, que aun produciendo más gracias al desarrollo tecnológico y la organización laboral, el producto de ese trabajo no se distribuye por igual a todos los sectores de la sociedad, obligándoles a vivir en unas condiciones de miseria: “Cinco hombres bastan ahora para hacer pan para mil personas. Un solo hombre puede producir tela de algodón para doscientas cincuenta personas, lana para trescientas y calzado para mil. (...) Si la capacidad productiva del hombre moderno es mil veces superior a la del hombre de las cavernas, ¿por qué en Estados Unidos hay actualmente quince millones de habitantes que no están alimentados ni alojados adecuadamente y tres millones de niños que trabajan? (...) el hombre moderno vive más miserablemente que su antepasado salvaje, mientras su capacidad productiva es mil veces superior, no cabe otra explicación que la mala administración de la clase capitalista, que son ustedes malos administradores, malos amos, y que su mala gestión es imputable a su egoísmo”[4]. Realiza llamamientos a la revolución para conquistar el poder y transformar la sociedad, que los obreros controlen los medios de producción y los pongan al servicio del mundo: “Queremos tomar en nuestras manos las riendas del poder y el destino del género humano. Estas son nuestras manos. Ellas les arrebatarán su gobierno, sus palacios y su dorada comodidad, y llegará el día en que ustedes tendrán que ganarse el pan con el sudor de su frente, como el campesino o como los pobres y hambrientos empleados de sus ciudades”[5]. Por otro lado, también presenta ideas socialistas como la proletarización de los dueños de las pequeñas y medianas empresas por culpa de la acumulación de capital y explotación que sufren por parte de las grandes empresas monopolísticas. La resistencia de la pequeña burguesía al capitalismo monopolista es una expresión de su miedo al desarrollo del capitalismo, y quiere volver a la época del capitalismo primitivo dominado por las pequeñas empresas, lo que posibilita la incorporación de las clases medias al movimiento obrero con un programa político adecuado[6]. El autor también realiza duras críticas hacia las instituciones que sustentan el capitalismo como la Iglesia; “La Iglesia aprueba la terrible brutalidad, el salvajismo con que el capital trata a las masas trabajadoras (…) pues no hay que olvidar que la Iglesia está sostenida por la clase capitalista”[7] y los partidos políticos (“lacayos de la plutocracia”) y sindicatos. El Talón de Hierro combina hechos ficticios con acontecimientos y personajes reales para desarrollar su trama, así como libros, declaraciones, sucesos y datos históricos y que están debidamente indicados en el libro. Un ejemplo curioso, y que está en relación con el tema de los Trust es esta declaración del presidente Lincoln unos días antes de su asesinato: “Veo en un futuro próximo una crisis que me pone nervioso y me hace temblar por la seguridad del país (…). Las corporaciones han sido entronizadas: a ello seguirá una era de corrupción en las altas esferas, y el poder económico del país se esforzará por prolongar su reinado, apoyándose en los prejuicios del pueblo, hasta que la riqueza se acumule en unas pocas manos y la República sea destruida”[8]. Pero lo verdaderamente interesante de la novela, es como a través del análisis marxista de la época y los acontecimientos que vivió London, realiza una acertada predicción del futuro. Anticipa el nacimiento de movimientos de ultraderecha que acabarán conformando el fascismo en la década de 1920. Por otro lado, ya nos indica el curso de los acontecimientos con la dictadura del “Talón de Hierro”, detrás de la cual está la burguesía, íntimamente vinculada con los futuros regímenes totalitarios de la Europa de entreguerras. La novela analiza los instrumentos con los que cuentan la burguesía para permanecer en el poder, como la democracia representativa burguesa, en el que el poder político se pone al servicio de la empresa[9]. Sin embargo, cuando este modelo no sirve, recurren a formas dictatoriales de gobierno, y al uso de la represión indiscriminada y de las ejecuciones masivas para acabar con los insurgentes y extender el temor entre los trabajadores para disuadirles de movilizarse, otra previsión para lo que ocurriría en el s. XX: “No vamos a malgastar palabras con ustedes. Cuando estiren esas manos cuyas fuerzas alabáis para arrebatarnos nuestros palacios y nuestra dorada comodidad, les mostraremos lo que es la fuerza. Nuestra respuesta será el silbido de los proyectiles, la explosión de las granadas y el crepitar de las ametralladoras. Aplastaremos a los revolucionarios bajo nuestras botas y pisotearemos sus rostros. El mundo es nuestro, somos sus dueños, y seguirá siendo nuestro”[10]. [1] HALEY, James L.: Wolf: The Lives of Jack London, NY, Basic Books, 2011, pp. 31-50. [2] Ibíd., p. 110. [3] Ibíd., p. 207 [4] LONDON, Jack: El talón de Hierro, Madrid, Fundación Federico Engels, 2016, pp. 89-90. [5] Ibíd., pp. 88-89. [6] Ibíd., pp. 117-132. Este tema se desarrolla en forma de diálogo entre Ernest Everhard con los dueños de las pequeñas empresas. Sus deseos de volver al capitalismo primitivo resultaban imposibles. Como dijo Trotsky era como intentar hacer “que el cocodrilo vuelva al huevo de gallina”. Para profundizar sobre este tema ver el artículo de León Trotsky: El nacionalismo y la economía en http://www.izquierdarevolucionaria.net/index.php/historia-teoria/10264-el-nacionalismo-y-la-economia. [7] Ibíd., p. 49. [8] Ibíd., p. 104. [9] Un buen ejemplo de esta afirmación es la solución a la que recurrió el presidente Rutherford B. Hayes, quien envió a las tropas federales para sofocar la Gran Huelga de Ferrocarriles de 1877. [10] Ibíd., p. 97. Respuesta de un empresario a Ernest Everhard.
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AutorAitor Ruiz Valdepeñas (UAM) |