Todo ser es el ser de algo, dejar que el ser sea, dice la filosofía. No tenemos derecho a ser lo que somos, prohibido nuestro nombre, prohibida Palestina, amargo pesar! Que hace fluir a llanto la dignidad, la esperanza. El dolor se eleva por abrazar la libertad. He ahí la mujer palestina confinada a la locura, como siempre pasa con los hijos de la libertad. Vasta agonía, las mujeres palestinas son locas delirantes de justicia. Para de llorar criatura de Palestina. Tristeza, esa que nos desgarra y nos despedaza pero nos hace integras, nuestra tristeza es digna porque no renuncia a la justicia humana, la tristeza miserable no nos pertenece, la nuestra es estoica, nutre la humanidad ya que no renunciaremos a la libertad: La libertad es el hogar de la vida, vida, libertad seremos adúlteras de nuestras almas, adúlteras a la vida, a la dulzura y lo hermoso… El mundo cuenta con nuestra lucha, ya que la libertad de un pueblo es la libertad de todos los pueblos. Fauda Tuqan. (Poetisa palestina) Pocas veces la historiografía, la ciencia política o la sociología, entre otras disciplinas, ha prestado atención a la participación de las mujeres en los movimientos sociales. Sin embargo, desde hace un par de décadas, las mujeres como actores sociales y como sujetos y objetos de estudio han comenzado a posicionarse en los discursos académicos, del mismo modo que en los discursos militantes. Hace un par de meses, el conocido escritor uruguayo Raúl Zibechi, publicó un artículo en el que destaca que, “el crecimiento de las mujeres en movimientos está enviando mensajes muy profundos al mundo de las luchas emancipatorias”.[1] Este crecimiento al que alude Zibechi no lo es tanto si tomamos en cuenta que, las mujeres han estado desde siempre en las trincheras, las protestas, las luchas callejeras, así como en las prisiones en calidad de presas políticas, tanto del Estado de Israel, como del resto del globo. Las mujeres palestinas han participando en todas las formas de resistencia -incluyendo la resistencia armada- desde que el pueblo palestino ha estado luchando por la liberación nacional. Sin embargo, hablar de las mujeres palestinas y, en específico de la opresión que sufren y la resistencia que practican, no es tarea fácil. Ellas se encuentran, según la teoría feminista palestina bajo una doble opresión: la del sistema patriarcal musulmán y la de la ocupación israelí. Las mujeres representan el 55 por ciento de la población palestina y, junto con los niños y los ancianos, son la población más vulnerable en situaciones tan críticas como las que atraviesa su sociedad. En sus propias palabras “la ocupación israelí sigue siendo el más importante obstáculo para el adelanto y la autosuficiencia de las mujeres y para su integración en la planificación del desarrollo de su sociedad.”[2] Es preocupante la violencia ejercida contra ellas y el peligroso empeoramiento de la situación a la que se enfrentan en los territorios ocupados, incluido Jerusalén Este. Las palestinas se han visto fuertemente afectadas por la ocupación y los desplazamientos de dos formas contradictorias entre sí. Por un lado, a partir de su integración en la actividad política laica de lucha contra la ocupación hacia los años 70. Entonces, comenzaron a adquirir cierta igualdad con los varones en el movimiento de liberación. Por el otro lado, a raíz de los desplazamientos y del régimen segregacionista israelí, los hombres palestinos han intentado tener un mayor control sobre las mujeres y sus actividades, lo que ha socavado sus espacios de participación y ha servido para reforzar el patriarcado tradicional, sobre todo por la importancia que la mujer adquiere en una guerra de exterminio como dadora de vida. Asunto que abordaremos más tarde. Antes de ahondar en las condiciones y repercusiones de la ocupación y la resistencia en la vida de las mujeres palestinas me gustaría esbozar una breve cronología de su participación en las luchas contra la ocupación israelí desde la década de los veinte del siglo pasado, hasta los albores del siglo XXI. Asistencialismo, Amnistía, Autodefensa. El siglo XX de las mujeres palestinas Desde principios del siglo XX se articuló una militancia femenina que se expresó de muchas formas desde los primeros días del Mandato Británico y cuando hacia 1936, un fuerte influjo de pobladores sionistas comenzó a ocupar las tierras palestinas.[3] En la década de los veinte, las mujeres palestinas tenían pleno acceso a la enseñanza, siendo la enfermería la principal profesión femenina en aquellos años. En 1929, salía la primera generación de enfermeras de la Escuela Palestina de enfermería, lo que trajo consigo que las primeras organizaciones de mujeres que se formaron tuvieran en su mayoría, tareas de carácter asistencial, asociaciones dedicadas al cuidado y ayuda a las víctimas, a los afectados por la expulsión y a las familias de los mártires. En 1921, se crea en Jerusalén la Yemita Essay dat El Arabiyat, la primera Unión de Mujeres Palestinas, esta organización tenía por objeto la lucha nacionalista. Enarbolando la bandera de lucha de liberación en contra de la “doble colonización británica y sionista”, sus tareas eran sobre todo políticas, pero también realizaban actividades por la mejora de la vida de las mujeres, como centros de cuidado infantil.[4] En 1929, en la misma ciudad, se organizó el primer Congreso de la Mujer Palestina, “con una agenda política en contra de la colonización judía elevaron protestas a la Sociedad de las Naciones por la injusticia, la tiranía, el terror, el asesinato, la confiscación de tierras y el expolio de los derechos de los palestinos.”[5] De ahí nació la Asociación de Mujeres Árabes (AMA) que en 1944 cambió el nombre a Unión de Mujeres Árabes Palestinas (UMAP). Este congreso marcó un antes y un después en la participación femenina en la arena pública palestina, concluyendo que: “Tanto hombres como mujeres luchaban por conseguir el mismo objetivo nacional: la independencia de Palestina y poner fin a la idea sionista de la creación de un hogar judío en Palestina.”[6] En la década de los treinta, las mujeres participaron en la huelga general de 1933 y las manifestaciones, en las que fallecieron varias mujeres y 35 sufrieron heridas graves. Durante la revuelta de 1936 contra el Mandato Británico, en el movimiento El Qassam, se crean grupos de acción femeninos llamados “Las camaradas de Qassam”. Reciben instrucción militar y se crea así mismo un grupo independiente de mujeres militares llamadas Zahrat Al- Okhowam. La actuación de las mujeres comienza a transformarse, abandonando las tradicionales vías pacíficas de protesta como las manifestaciones o la prensa escrita, comienzan a desarrollar tácticas más arriesgadas, originales y radicales, muchas de ellas de acción directa. En 1938 se lleva a cabo el Congreso de Mujeres de Oriente para el apoyo a Palestina. Entre 1936 y 1948 se crearon más de 200 asociaciones asistenciales. Con las mujeres de la AMA a la cabeza se organizan manifestaciones por la amnistía y la liberación de los presos. Se denuncian las torturas y las detenciones ilegales. Así mismo se da cobertura asistencial a las familias de los presos. Durante la guerra de 1948, las mujeres cavaron trincheras y refugios y combatieron de manera armada en las ciudades y los campos. Al finalizar la guerra fueron ellas las principales afectadas, Al final de la guerra Israel pasa a poseer el 77% del total de la Palestina histórica, un 21% más de lo que se había establecido en el Plan de Partición de la ONU. Como consecuencia Palestina queda dividida en tres áreas separadas: el Estado de Israel, Cisjordania y Gaza; La ciudad vieja de Jerusalén pasó a manos árabes y la parte occidental fue ocupada y anexionada por Israel. Palestina no se dividió como estaba establecido en el Plan de Partición de Naciones Unidas. Más de la mitad de la población palestina fue asesinada, expulsada o emigró como consecuencia del terror.[7] La Nakba implicó para las mujeres la disolución de los vínculos familiares, por lo que por un lado pasaron a ser cabezas de familia y por el otro, se intensificaron los trabajos de asistencia social. Gran parte de las actividades de la UMAP, por ejemplo, se dirigieron a la atención de la población refugiada.[8] A partir de los años 60, surgió una nueva generación de mujeres con una fuerte conciencia política. Ellas se organizaron sin pasar por las tradicionales organizaciones femeninas, crearon escuelas de combate para mujeres jóvenes denominadas Zahrat (pequeñas flores) en donde “se preparaban para el deber que en tiempos de bipolarismos, las ideologías y las revoluciones significaba la defensa de la patria […] las jóvenes salían de su casa con el pretexto de que iban a juntarse con sus amigas, pero la realidad era distinta, pues muchas veces con complicidad de sus mismos hermanos, el destino era el campo de batalla, el foro universitario, la enfermería de primera línea o la reunión de la célula.”[9] Con la aparición en 1964 de la OLP se fundó un año después, la Unión General de las Mujeres Palestinas.[10] El nacimiento de la Unión es un punto de inflexión en la lucha de las mujeres, articulando la lucha por la liberación nacional comienzan a exigir una mayor igualdad con los hombres en relación al resto del mundo árabe. Su participación en la lucha y la arena política es su moneda de cambio frente a la discriminación. Si ellas han tomado las armas, creado organizaciones y comités de ayuda a refugiados, desplazados y a las familias de los presos y represaliados en el territorio palestino, exigen que se les tome en cuenta para la toma de decisiones de la OLP. En 1987, con la primera Intifada, se potenció el desarrollo de organizaciones de base de mujeres y se alentó a que se implicaran en la lucha tanto en el ámbito militar, como social y económico.[11] El Mando Nacional Unificado del levantamiento hizo varios llamamientos específicos a las mujeres para que se sublevaran y se movilizaran. La Intifada forzó a muchas mujeres a salir del ámbito familiar privado, asumiendo tareas en la esfera pública, ya por la necesidad de trabajar para mantener a la familia a falta del varón, ya en el trabajo comunitario o directamente en la desobediencia civil y la resistencia. Durante los años de la Intifada (1987- 1993) se generaron importantes cambios sociales, muchos de ellos ya activados por la situación de ocupación, especialmente el trabajo femenino extradoméstico y, sobre todo, en los primeros años del levantamiento popular, se impulsó el desarrollo de nuevos espacios organizativos para mujeres. Sin embargo, hacia el final de la Intifada, en 1991, el endurecimiento de la represión y el deterioro de las condiciones de vida repercutieron intensamente en las relaciones familiares y, las mujeres debieron regresar a las estructuras tradicionales domésticas, aunando a esto un discurso en el que se destacaba su papel como reproductoras de la vida y responsables de la sobrevivencia del pueblo palestino. Al respecto, Raymonda Hawa-Tauilen apunta: “La mayor parte de las luchas de liberación nacional han apelado a las mujeres para asegurarles un papel igual al del hombre, sin límites ni grados, pero cuando sus respectivos paises alcanzan la independencia las mujeres son relegadas y controladas sus actividades sociales. Esto es lo que las palestinas han querido evitar”[12] Los cambios sociales y el auge del islamismo político después de la primera Intifada trajeron consigo un retorno a las tradiciones culturales unidas a la religión, tradiciones sociales y locales sobre todo concernientes a las mujeres. Es entonces cuando las asociaciones de mujeres se dan cuenta de que la liberación nacional no es sinónimo de liberación social, por lo que comenzarán a orientar su lucha hacia el terreno feminista, sobre todo los grupos de mujeres universitarias y de clase media. En 1994 se presentó la Carta Palestina de las Mujeres, que es una declaración de principios sobre los derechos de las palestinas. A pesar del retroceso en materia de igualdad de género que representó el auge del islamismo político, la participación de las mujeres en las dos Intifadas y en las actividades de resistencia ha dejado de manifiesto el poder organizativo femenino y ha roto con muchas estructuras patriarcales que las mujeres había internalizado. Las experiencias acumuladas durante todos estos años de resistencia han desembocado en la creación en la última década del siglo XX, de algunos espacios autónomos en los que se recupera el protagonismo femenino en materia de derechos de las mujeres, con temas como violencia machista o discriminación laboral. Buscan integrar a la mujer en el proceso de desarrollo y de propiciar su independencia financiera, apoyan la participación de las mujeres en la toma de decisiones, promueven la organización y desarrollo de estructuras institucionales de mujeres, algunas de ellas han consolidado estructuras permanentes y participan en redes locales, regionales e internacionales de ONG´s y de organizaciones de mujeres. Sin embargo, estos espacios, así como los debates en el seno del movimiento feminista palestino son el debate de una minoría de mujeres urbanas profesionales y de clase media, mientras que las formas de resistencia de las mujeres de los estratos más oprimidos son invisibilizadas por parecer “actividades tradicionales femeninas”, como la búsqueda de alternativas a los productos alimenticios israelíes, la preparación de ropas para los presos, el mantenimiento de la familia, y la sobrevivencia diaria.[13] Feminismo, ocupación y resistencia. Epílogo La Nakba, es para los palestinos el punto de partida de una serie de calamidades. Los desplazamientos han generado la ruptura de las relaciones sociales comunitarias y familiares, lo cual afecta directamente a las mujeres y su papel tradicional como amas de casa. La falta de trabajo y las precarias condiciones de vida han obligado a los hombres a emigrar hacia los países cercanos petroleros, lo que en la práctica ha significado un aumento en las cargas familiares de la mujer, que debe ocupar tanto en los territorios ocupados como en los campamentos de refugiados el papel de cabeza de familia y educadora. Como ya mencioné, la situación de opresión en la que se vive y el régimen segregacionista en contra del pueblo palestino, han impulsado un renacimiento de las costumbres tradicionales relacionadas a la religión como forma de mantener la propia identidad y cohesión comunitaria. Por efecto reactivo al acoso israelí, se intensificaron los controles sociales de la mujer en torno al patriarcado tradicional árabe y, esta, pese a los avances obtenidos en las luchas de resistencia y callejeras, perdió en muchos casos gran parte del control de su sexualidad, su fertilidad o su fuerza de trabajo. Paradójicamente, son las mujeres las encargadas de mantener intacta esta forma de “identidad nacional Palestina”. Han conservado y reproducido la memoria histórica, ya que, por ejemplo, los palestinos criados por familias de refugiados que nunca vieron Palestina, tienen unas costumbres muy arraigadas solo por las memorias de sus madres y abuelas y así se continúa de generación en generación. El creciente feminismo palestino critica esta vuelta a las tradiciones, afirmando: Nosotras no solíamos tener gente religiosa como ahora. Este movimiento religioso es muy nuevo en nuestra sociedad, desde la primera Intifada en 1987. Israel lo utiliza para provocar una reacción por el cortado religioso judía, lo cual hizo que los palestinos hayan comenzado a pensar que es una guerra religiosa y que, si del otro lado usan la religión para pelear, nosotros podemos hacer lo mismo. Dentro de los organismos religiosos, las mujeres tuvieron que volver a un segundo plano, al igual que en las organizaciones religiosas judías, la guerra es un asunto masculino en todas las religiones.[14] Para los varones de las cúpulas políticas palestinas, es muy clara la situación de la mujer ya que en sus propias palabras: La cuestión femenina no existe en la política revolucionaria. Somos un pueblo de hombres y mujeres sometidos al mismo riesgo de genocidio. La presencia en la cúpula dirigente es una cuestión de personalidad, capacidad y voluntad. Las mujeres, sin duda, no quieren participar en ella. La pregunta de por qué les faltan arrestos para ello hay que hacérsela a ellas, los hombres palestinos no ponen trabas a ellas, al contrario.[15] Como puede verse, el creciente islamismo ha echado por tierra muchos de los sueños de las mujeres y su papel de vanguardia desempeñado hasta la primera Intifada, sin embargo, no todo se ha perdido ya que a través de la lucha de resistencia el sujeto femenino como actor social se ha transformado y, las mujeres son hoy día más conscientes de sí mismas, de sus capacidades y sobre todo de su papel central en la resistencia, la sobrevivencia y la vida diaria. La sociedad palestina también lo sabe y el islamismo ha impulsado la creación de asociaciones religiosas asistenciales y de ayuda mutua, que permite su participación en el trabajo comunitario. Quien también se ha dado cuenta del papel central de las mujeres en la resistencia a la ocupación es el gobierno de Israel. Lo cual nos lleva al último punto de la exposición, la agresión al honor árabe a través del abuso sexual y la situación de las presas políticas. Desde los años 60, la política de “castigos” israelí afecta directamente a las mujeres y sirve para socavar la unión y la resistencia palestinas, dejando claro que la mujer puede ver burlado su honor si se involucra en actividades políticas. Se agrede sexualmente a las mujeres, sobre todo a las detenidas por razones políticas, frente a sus familiares o frente a la comunidad como un medio de intimidación social. La agresión sexual, como forma de tortura se ejerce sobre las mujeres a causa de su militancia y, como forma de presión para sus padres, hijos, hermanos o maridos. Los sentimientos que el abuso sexual genera en los hombres musulmanes y en la familia (ira, miedo, vergüenza o impotencia) se utilizan como recursos para romper cualquier intento de resistencia y obligar a la población al abandono de sus tierras. [16] Las mujeres que son detenidas sufren la peor de las suertes, las condiciones de las prisiones israelíes son deplorables y se ven sometidas a violaciones multitudinarias regularmente, no tienen acceso a médicos, ni visitas familiares, la alimentación es precaria e incluso algunas han quedado embarazadas de sus carceleros. Sirva el siguiente testimonio como ejemplo: “Rasmia `Ouda, de veinte años fue destrozada por los electrodos y violada con una botella de cerveza delante de su anciano padre. Sigue viva pero en un estado casi total de postración. Su hermana Aïcha perdió un ojo y sus manos quedaron destrozadas. Fue violada con un palo por unas prostitutas ayudantes de los torturadores”[17] Como he intentado mostrar hasta ahora, las mujeres palestinas han estado presentes en la lucha por la liberación nacional desde los días del Mandato Británico, ya sea con las armas, en los boicots a los productos israelís, con las piedras en las Intifadas, en labores asistenciales, así como en las actividades más cotidianas, esas que bajo un sistema tan duro de segregación y ocupación se vuelven verdaderos actos heroicos. [1] Raúl Zibechi, (09 diciembre 2016) Mujeres en Movimiento, La Jornada. Revisado en http://www.jornada.unam.mx/2016/12/09/opinion/022a2pol [Última consulta 27/02/2017]
[2] Susana Khalil, Voces de la resistencia, 28-08-2006 en FDLPalestina.org [3] El Mandato Británico de Palestina entró en vigor en junio de 1922 y expiró en mayo de 1948. Se trató de una administración territorial tras la Primera Guerra Mundial que recayó en manos de Gran Bretaña e Irlanda del Norte después de la partición del Imperio otomano. Hacia 1936- 1939, la inmigración judía fue en aumento, sobre todo debido a las duras condiciones antisemitas y las campañas de odio en la Europa Central, esto provocó las protestas de la población árabe de palestina y desembocó en lo que se conoce como la “Gran Revuelta Árabe”. Tras la Segunda Guerra Mundial y la división de Palestina por parte de Naciones Unidas, se creó en 1948 el Estado de Israel, un día antes de la retirada británica de Palestina. [4] Hanady Awni Muhiar Muñumer, El papel de la mujer en la construcción del Estado Palestino, [Tesis electrónica) Universidad Complutense de Madrid, 2016, p. 93, consultado en http://eprints.sim.ucm.es/37632/1/T37168.pdf [última consulta 26/02/2017] [5] Aïcha Lemsine, Ordalías de las voces, las mujeres árabes hablan, Universidad de Valladolid, España, 1998, p. 455. [6] Hanady Awni Muhiar Muñumer, op. cit., p. 98 [7] Hanady Awni Muhiar Muñumer, op. cit., p. 179 [8] La Nakba, (النكبة) es el término árabe que denomina “El desastre”, se refiere al éxodo palestino posterior a 1948. [9] Amal Kawar, Daughters of Palestine: Leading Women of the Palestinian National Movement, N.Y. : State University of New York Press, 1996, p. 25 [10] La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se creó en 1964 por el Consejo Nacional Palestino en Jerusalén Este con el fin de la lucha por la liberación de Palestina. Desde octubre de 1974 es considerada por la Liga de Estados árabes como la “única representante legítima del pueblo palestino”. Ese mismo año la ONU la reconoció como representante del pueblo palestino. [11] Intifada (انتفاضة) es el término árabe que denomina el “levantamiento”. Es el nombre que se le da a las dos rebeliones de Cisjordania y la franja de Gaza frente a la ocupación. Ambas Intifadas empezaron como campañas de resistencia frente a los abusos policiales y del ejército de Israel. La primera de ellas la “Guerra de las piedras” es un símbolo de la lucha callejera palestina. [12] Aïcha Lemsine, Op. Cit, p. 452 [13] Al respecto se puede revisar: James C. Scott, Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos, México, Ediciones Era, 2004. [14] Haj, Samira: “Palestinian Women and Patriarchal Relations”. Signs: Journal of Women in Culture and Society. 1992, Vol. 17, Nº 4. p. 770 [15] Aïcha Lemsine, Op. Cit, p. 450 [16] Parto del Estatuto de Roma que define la tortura como todo aquello que anula la personalidad del ser humano, para definir a la violación sexual como tortura. [17] Aïcha Lemsine, Op. Cit, p. 468
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AutorTatiana Romero Reina (UCM) |