“[La sociedad de la Modernidad] está lo suficientemente alienada de sí misma como para vivir su propia destrucción como si de un gozo estético de primer orden se tratase”.
Walter Benjamin. A lo largo de estas líneas me propongo desmontar la supuesta inepcia de la presidenta Isabel Díaz Ayuso. Apuesto por identificar un himeneo o un maridaje pseudo sacro entre las barbaridades fonéticas expulsadas por la boca de la presidenta madrileña y el ocultamiento de la medidas económicas neoliberales que empobrecen a la sociedad madrileña en su conjunto, pero especialmente a los sectores más vulnerables de la misma. Gran parte de estos sectores desfavorecidos participan activamente de su propio saqueo por desposesión o despojo de sus bienes materiales y comunales. No quiero integrar de forma implícita en este texto la asunción antropológica neoliberal que apuesta por la axiomática o argumento falaz, de que el más inteligente se come al más débil. Aunque si aceptásemos esta premisa como caja de herramientas social, el sentido último de vivir en sociedad para protegernos de la Naturaleza carecería de sentido. De esta manera, la sociedad debe cumplir con el objetivo de proteger al desfavorecido intelectual, social, económico y cultural por un lado, y no permitir a los grupos de presión fuertes que organicen fuegos de artificios propagandísticos en contra de los intereses de la mayoría con los recursos destinados a cuidar de todos, por el otro. La política de la Comunidad de Madrid –presidida por Isabel Díaz Ayuso- ha alcanzado rango de escena de arte renacentista en lo formal y futurista en lo material. De esta manera, la política de comunicación de esta administración, gestionada por Miguel Ángel Rodríguez, trata de taponar cualquier foco de atención dirigido hacia la política económica, social e institucional del gobierno de la comunidad autónoma madrileña. Profundicemos en estos dos atributos del “ser”, presidenta de la Comunidad de Madrid –la forma y la materia-. En el ámbito formal, se encuentra la política de comunicación renacentista, llevada hasta el paroxismo, con la publicación de la portada del Diario el Mundo que presenta a Isabel Díaz Ayuso como una imagen pictórica de carácter religioso -madona doliente-; qué se complementa, con otra fotografía de la misma protagonista en la catedral de la Almudena. La presidenta de la Comunidad de Madrid posa herética. El sentimiento que sugiere esta composición de imágenes, es de un dolor profundo, quedo e inextirpable, como consecuencia de la muerte de tantos madrileños a causa de la Covid-19. La presidenta parece sacada del cuadro Lamentación sobre Cristo muerto, del artista afincado en Asín, El Giotto. Presentada la presidenta en esta estampa, como figura femenina doliente y melancólica. Una pose artificial, extremadamente manierada qué llega a arrancar una sonrisa al observador de la escena. Si no fuera claro está, por el dolor que ha causado esta tomadura de pelo a la sociedad madrileña. Este nivel comunicativo está atravesado por la imagen fija del dolor, que el “bueno” de Miguel Ángel Rodríguez, aspira a fijar en la memoria de todos los madrileños desgarrados emocionalmente por la pérdida de algún ser cercano, o causado por el shock del confinamiento. Ida, como la conocen sus amigas presentadoras de televisión –Ana Rosa Quintana-, no es una creación ex Novo de tan magnifico comunity manager. Es un plagio de un personaje de la novela En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Odette, que así se llama este personaje; encarna la virtud de la simpleza intelectual, el dominio de cierta variedad limitada de expresiones hechas y lugares comunes, y la incapacidad de mentir de forma veraz. Su impostura es destapada a lo largo del texto por otros personajes gracias a un gesto reiterado, compulsivo y descontrolado de la faz de este personaje. Cuando Odette se siente impulsada a mentir en la esfera pública, y de esta forma, exponer sus atributos personales ante las miradas perplejas de personajes que acompañan esta escena; por ejemplo, su falta de conocimiento sobre un área, su gestión errónea ética y moralmente de una actividad, o su falta de compromiso con una palabra dada. Siempre que este personaje se haya en la circunstancia anteriormente mencionada, recurre durante el desarrollo de la novela a simular melancolía y dolor torciendo el rostro lateralmente de forma compulsiva y reiteradamente exagerada. Si este gesto no logra el fin último de liberar la presión ejercida por su interlocutor, pasa de una posición defensiva a otra de ataque. Asimismo, nuestro personaje de ficción, a semejanza de la presidenta de la Comunidad de Madrid, podría zafarse esgrimiendo frases del tipo: “No sé cómo se cierra una Comunidad”, “Qué niño no querría comer siempre pizza”, “mejor comer pizza en una democracia como España, que en una república bolivariana como Venezuela” o “los de Podemos sois peores que el bicho”. Cómo afirma Benjamin en su ensayo La obra de arte en la época de su reproducción mecánica, “el arte por el arte, alcanza su perfección”. Este discurso sofisticado en lo estético, pero vacuo en lo material, fue puesto en valor por el movimiento artístico Futurista –cuyos miembros engrosaron las filas de los movimientos fascistas- en el primer tercio del siglo XX. Su máxima era Fiat ars, pereat mundi (dar paso al arte aunque perezca el mundo). Una versión algo más ilustrada que la recogida por el movimiento falangista en España: “Viva la muerte”. En su manifiesto de fundación en el año 1910, alababan la belleza de la guerra, la oposición de la juventud a la vejez, admiración por incrementar la velocidad de los tiempos modernos y por último, la adoración por las máquinas, siendo precursores de un movimiento tan reciente como es el transhumanismo. Y en este locus o circunstancia es donde entra el metanivel de lo material. El discurso estético sólo puede funcionar en una sociedad en donde la reproducción técnica de una obra de arte tenga valor en sí misma, despojada de su aura histórica. Captada, re-configurada y modelada por una máquina. Este proceso de despojo del aura pretende acabar con su función cultural-simbólica y expandir un mensaje –la emoción de dolor y su reverso el odio- a las masas. Como bien afirma Paul Valery: “Todo empeño por estetizar la política termina en una única salida: la guerra”. De esta manera entienden la política los consejeros y asesores de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Ésta, es una lección aprendida de generaciones de aristócratas que les lleva a interiorizar ad nauseam la frase del militar prusiano perteneciente a la nobleza Carl Von Clausewiwitz: “La política es la guerra por otros medios”. En esta expresión tan falta de empatía, encuentran los herederos de la aristocracia española el goce de lo efímero de la belleza en la guerra, triunfo, rendición, humillación y extinción del adversario político. El segundo pilar fundador de este movimiento artístico elitista qué tan bien han integrado los asesores de comunicación de los partidos del amplio espectro de la extrema derecha, es la apuesta por la juventud en tanto que sujeto transformador por su capacidad de producción y re-producción. Asimismo, se estigmatiza a la vejez en tanto que objeto central de la política de cuidados que tapona la condición de posibilidad de extraer de los cuerpos jóvenes mayor capacidad de recursos. Destinados estos recursos, a la actividad de los cuidados de una generación dependiente que representa un tapón a sus aspiraciones de acumulación de capital, poder y deseos. De esta manera, la negativa de auxiliar a los ancianos con patologías graves y pobres –que no tenían seguros privados- formaba parte de la aspiración de ascenso social de la élite madrileña, tan deudora de este movimiento artístico. Para el tercer icono de pensamiento de este movimiento; su anhelo por acelerar el proceso de la Modernidad como proyecto elitista ilustrado, me gustaría hacer hincapié en el simulacro de lágrima de Isabel Díaz Ayuso. Esa lágrima derramada, es el único aspecto en movimiento de la política de comunicación de Miguel Ángel Rodríguez. Es lágrima con vocación de dolor fosilizada ad eternum en un movimiento de derrame que jamás llega a cumplir su sentido. Es decir, jamás se derrama esa lagrima por los madrileños envejecidos y pobres que han perdido la vida en una sanidad continuamente privatiza, externalizada y pauperizada por los sucesivos gobiernos del partido popular en la Comunidad de Madrid. Esa imagen fija de dolor de la presidenta se intenta imprimir en la conciencia de los madrileños. Con esta maniobra propagandística, pero no menos artística, se trata de inocular a los madrileños de bien, el dolor y su reverso el odio. Al mismo tiempo, nos bombardean los medios de propaganda afines a Isabel Díaz Ayuso con sus frases más celebres. Una apuesta de comunicación basada en generar odio, ataques y burla de la izquierda sobre su persona para aglutinar a la masa adepta a los postulados de los partidos del gobierno de la capital del Estado español. Entre las sucesivas frases supuestamente irracionales y aleatorias de la presidenta y los ataques y bulos impartidos por estos medios a los miembros del gobierno central se nos impide parar nuestra mente y poner el foco en los negocios fraudulentos de la presidenta Ayuso con empresarios como las de los empresarios Quique Sarasola o Florentino Pérez. El fin último de esta práctica de distracción comunicativa es la ocultando de la estancia “low cost” de la presidenta en una habitación de lujo en propiedad de Quique Sarasola o el rentable negocio que ha llevado a cabo Florentino Pérez con el hospital de Ifema, teniendo áreas de los hospitales de gestión pública cerradas y sin poner a disposición las instalaciones de la sanidad privada durante el momento más álgido de la enfermedad, como lo permite la constitución española en su artículo 128. Este mecanismo de comunicación centrado en la aparente incontinencia verbal de la presidenta de Madrid, es una táctica que tiene como estrategia no dejarnos pensar. El poeta y escritor francés Georges Duhamel intuyó lo que suponía a nivel estructural la nueva etapa que inauguraban las imágenes en movimiento del recién estrenado séptimo arte; el cine. “Ya no puedo pensar a mi antojo. Las imágenes en movimiento sustituyen mis pensamientos”. Como consecuencia, entre tanto bombardeo de propaganda y crítica al gobierno central sólo nos produce tranquilidad la imagen fija que suscitan los rasgos compungidos, melancólicos y derrotados de la presidenta de la Comunidad de Madrid en sucesivas fotos estáticas, eternas con anhelo de perfección entre tanto ruido y caos. Para ir concluyendo, el cuarto y último aspecto fundacional del movimiento artístico Futurista, es su deseo de llevar a la Modernidad a su culminación técnica. Afirmará Benjamin: “La guerra imperialista es una rebelión de la tecnología que se cobra en material humano la materia natural que la sociedad le sustrae”. Vendría a resultar una suerte de némesis o castigo de la Natura Naturans o fuerza de creación de la Naturaleza. Consecuencia esta última de la hybris o arrogancia de la Razón instrumental, desterritorializa, esquizofrénica y sin límites que supone el proyecto de la Modernidad impuesto por las élites neoliberales. Esta guerra imperialista llevó a los miembros de este movimiento a afirmar: “por encima de la palabra libertad, se encuentra la palabra Italia”. Asimismo, no nos debe sorprender que para los deudores ideológicos de este movimiento en nuestro país se encuentre por encima de la democracia, la constitución y los españoles, la palabra España y la bandera española rescatada del régimen dictatorial de Franco. Como conclusión prosaica de esta técnica, la sociedad civil democrática y las confluencias políticas, sociales e ideológicas emancipadoras deben articular una respuesta sosegada de politización del arte más allá de su goce estético, y jamás infravalorar las propuestas artísticas del adversario político. Cada acto artístico lleva aparejado, inserto en su radicalidad, un acto político. Puede aparentar una estética banal, impostada o casual y poco razonada. Detrás de esta apuesta artística se oculta una intención meditada y partidista con vocación de sentido o finalidad en sí misma. Para descubrir este arcano o ensoñación de lo bello, urge que la izquierda en toda su heterogeneidad abandone, en primer lugar, su supuesta superioridad moral ante las tácticas propagandísticas y artísticas de los adversarios y políticos. Y en segundo lugar, politice cada acto del devenir humano, incluido lo que en occidente se ha venido llamando Arte. En cada acontecimiento provocado por la singularidad humana hay que interrogarse hasta sus últimas consecuencias, aunque ello nos lleve al dolor no asumible. Esta y no otra es la palanca de la transformación de la humanidad. Hay que escarbar hasta descubrir sí el deseo/causa de mi acción provoca un movimiento contra hegemónico, o su envés, afianzando los privilegios de algún grupo social. A partir, de eso momento, el cambio sólo está en nuestras manos.
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AutorSers Saugars |