EL GOLPE DEL 25 DE ABRIL La característica principal del golpe de Estado del MFA es que fue incruento, salvo la resistencia de los miembros de la PIDE. En la madrugada del 25 de abril de 1974 el MFA, portando claveles en las armas, tomó Radio Renascença, para emitir Grândola, vila morena, elegida como señal para que los militares salieran a la calle. A las dos y media de la tarde, el MFA informaba que Marcello Caetano, estaba cercado por fuerzas militares en el cuartel de la GNR (Guardia Nacional Republicana) del Carmo y otros miembros del gobierno estaban en la misma situación en el cuartel del regimiento de Lanceros nº2[1]. Estos dos cuarteles, junto al cuartel de la PIDE, la cárcel de Caxias (cárcel de presos políticos que la PIDE utilizó de rehenes) y algunos locales de la Legión Portuguesa y centros policiales eran los pocos focos de resistencia que restaban. El MFA envió un ultimátum a los cuarteles en los que se refugiaban miembros del gobierno. A las cuatro de la tarde, Lanceros nº2 se rendía incondicionalmente. Poco después, a las cinco y media, se rendían la GNR y Marcello Caetano. Por su parte, Américo Thomaz, presidente de la República, era detenido en su casa a la misma hora. Era el fin de cuarenta y dos años de dictadura. El último foco de resistencia, el cuartel de la PIDE, se rendía a las 9:45 del 26 de abril19. La acción del MFA fue acompañada de una enorme movilización civil, que salió a la calle, participando con los militares en todos los episodios claves del derrumbamiento de la dictadura. Los soldados y suboficiales conectaron inmediatamente con los civiles que se estaban movilizando, pues el grueso de los soldados no era más que hijos de trabajadores y campesinos. Las libertades fueron conquistadas por la fuerza, y los aparatos represivos del régimen fueron suprimidos. En los meses que siguieron al golpe de abril se desató un intenso y amplio movimiento reivindicativo y huelguístico. El 1º de Mayo de 1974, 600.000 personas se manifestaban en Lisboa y decenas de miles más en otras ciudades del país. En todas las empresas se crearon las Comisiones de Trabajadores, elegidos por la base, que se convierten en la forma preponderante de organización de un poderoso movimiento huelguístico y reivindicativo afectando a todos los sectores[2]. Entre las principales reivindicaciones de esta primera oleada huelguística (mayo-junio 1974) está el establecimiento de un salario mínimo digno, incrementos salariales y el derecho a vacaciones, así como la depuración de los elementos fascistas en la dirección de las empresas. Se producen las primeras ocupaciones de fábricas y los primeros elementos de control obrero, tendencias que irán acentuándose. Los logros sociales son evidentes: a mediados de mayo, los trabajadores consiguen un salario mínimo de 3.300 escudos y un mes de vacaciones pagadas por el empresario. En general, lograron avances importantes en las condiciones laborales. En junio, la oleada de movilizaciones empieza a trasladarse al campo, activando la organización y la lucha de los jornaleros de la región meridional del Alentejo[3]. EL PALADÍN DE LA REACCIÓN: EL GENERAL SPÍNOLA En esos momentos, los dos principales partidos obreros, el Partido Comunista Portugués (PCP), encabezado por Álvaro Cunhal, y el Partido Socialista (PS), liderado por Mario Soares, tenían como objetivo, al igual que el MFA, canalizar la fuerza revolucionaria en la instauración de una democracia parlamentaria. La burguesía económica veía en la política la manera de revertir esta peligrosa situación, pues la represión tradicional salazarista ya no era posible debido a la confraternización de los soldados y la población tras el 25 de abril. La persona encargada de revertir esta situación fue el general António de Spinola. Un breve recorrido biográfico, nos demostrará que era la persona ideal para detener la revolución. El militar había participado en la Guerra Civil española en el bando franquista y había combatido en Leningrado junto a los alemanes en la División Azul[4]. Era un militar con un largo historial y uno de los generales más prestigiosos de Portugal, y baluarte del régimen salazarista. En medio de la guerra con las colonias y los debates dentro de los círculos de poder sobre cómo solucionar el conflicto, Spínola, en un alarde de intelectualidad unas semanas antes del 25 de abril, publicó Portugal y el futuro. El contenido político del libro es insustancial23. Defendía la necesidad de una «solución política al conflicto colonial», mientras que en el plano político planteaba: «Por social que un Estado sea, ya no puede ser considerado terreno reservado a los privilegiados, y tendrá que abrirse a la participación de todo ciudadano, preparado o no, pues, por flagrante que sea la falta de preparación, jamás esta será reconocida por aquellos que vean apartados y que, por legítima reacción, van engrosando de forma creciente la fuerza amenazadora del orden político establecido»[5]. El régimen despidió a Spínola de su cargo, lo que provocó que se ganase las simpatías de los militares al ser rechazado por el régimen. Pero Spínola estaba muy distante de los objetivos que perseguía el MFA. Marcello Caetano, antes de ser destituido, traspasa el poder a través de una carta a Spínola, y este, para ratificar su puesto, decide consultar al MFA para que le legitime en el cargo. De esta forma, Spínola ocupó la presidencia de la Junta de Salvación Nacional. Si los dirigentes del MFA cometieron el error de entregar el poder legal a Spínola creyendo que compartían los mismos objetivos, peor error fue el de los dirigentes del PCP y del PS, que avalaron a Spínola como un «héroe de la revolución». Haciendo uso de su posición, Spínola se dispuso a restablecer la tradicional jerarquía castrense, sustituyendo los cuadros intermedios y a disolver las movilizaciones. En el ámbito exterior se dirigió a obligar a las colonias, por medio de las acciones militares, a aceptar una relación de tipo neocolonial con su metrópolis, como estaban haciendo el resto de antiguas potencias militares europeas, y como ya defendió en su libro[6]. Ya en un discurso pronunciado el 15 de mayo Spínola adelanta la línea propagandística que rodearía su primer plan golpista de carácter palaciego: «Después de las primeras semanas de natural explosión emotiva, marcada por algunos excesos perjudiciales para el clima de tranquilidad civil cuya salvaguardia se impone, el país va a entrar en una fase de meditación reflexiva, para reconocer que la democracia no significa anarquía y que la confusión por medio de acciones desordenadas no contribuye de ninguna manera a la construcción del porvenir al que aspira el pueblo portugués »[7]. Los líderes del PCP y PS formaron parte del I Gobierno Provisional juntos a varios elementos de la derecha, con Adelino da Palma Carlos, hombre de confianza de Spínola, como primer ministro. La razón de incorporar al PS y al PCP era tranquilizar la movilización social, exigiendo a los trabajadores que moderasen sus reivindicaciones salariales y su recurso a la huelga, apelando a la crisis económica. Hay que decir, que estos dos partidos obreros tenían intereses comunes en culminar el proceso del 25 de abril para que no derivase en una vorágine revolucionaria. El PS, creado en 1973 era heredero de la vieja oposición republicana y socialdemócrata al régimen, mientras que el PC se mostró favorable a una solución situada en el campo de la «coexistencia pacífica» de partidos políticos[8]. Ninguno estaba dispuesto a defender la causa revolucionaria. El plan del I Gobierno Provisional era organizar elecciones constituyentes de acuerdo al programa del MFA. Pero la intención de Spínola era reforzar sus poderes, por medio de lo que se ha llamado el «golpe de Estado constitucional» y someter a referéndum, antes del 30 de octubre, un proyecto de Constitución Provisional elaborado por el Gobierno. Además, ese día sería elegido un presidente de la Republica, que dejaría de tener autoridad delegada del MFA para recibirla del pueblo[9]. El Consejo de Estado se reunió el 8 de julio para analizar el proyecto y tras largos debates se desestimó. Palma Carlos dimitió, y Vasco Gonçalves fue nombrado para encabezar el II Gobierno Provisional el 18 de julio. Con este nuevo gobierno, la izquierda se reforzó asegurando la entrada del MFA en el ejecutivo, por dos razones: la primera razón es por el propio Vasco Gonçalves era el militar de mayor graduación del MFA y representante de su ala izquierda, y segundo, la expulsión del gobierno del Movimiento Democrático Portugués/Comisión Democrática Electoral (MDP/CDE) ante la oposición de los socialistas de que tuviese representación ministerial una organización que no era partido[10]. Con la fuerza incrementada, la izquierda aprobó la «Ley 5» del 12 de julio que limitaba el poder del presidente de la República, pues sus actos debían ser refrenados por el Consejo de Ministros. Junto a los problemas políticos, Spínola se enfrentó a las movilizaciones obreras. Tras la aprobación en agosto del ministro de Trabajo de una ley de huelga tremendamente restrictiva[11], que los trabajadores vieron como una agresión, los obreros de los astilleros lisboetas de Lisnave convocaron una manifestación en contra de la ley. El PCP no pudo convencer a la asamblea de trabajadores de que desistiesen de la convocatoria. El Gobierno Provisional la prohíbe y envía soldados, pero que acabaron simpatizando con la lucha. Este episodio plasma muy bien el ambiente creado tras el 25 de abril31. Mientras Spínola perdía influencia política y en la calle, también lo perdía en el ejército, pues el MFA reforzó su control sobre las Fuerzas Armadas, tras la creación en julio, del Mando Operativo del Continente (COPCON) comandado por Otelo Saraiva de Carvalho, identificado con la izquierda militar. Son significativas las propias palabras de Otelo: «Constituido por jóvenes oficiales activos, profundamente integrados en el espíritu el Movimiento [de las Fuerzas Armadas], su misión es dinamizar operacionalmente a todas las fuerzas armadas. Una de mis misiones es que las tropas no se confinen a los muros de los cuarteles y que tengas una acción psicosocial cerca de la población»[12]. El COPCON agrupaba a los sectores militares más progresistas identificados con la izquierda, y cumplía un papel de orden interno, en sustitución de la policía, lo que evidenciaba la pérdida de control de las fuerzas tradicionales castrenses[13]. Bajo la amenaza de la reacción, el MFA había dado un paso hacia la izquierda. Una tendencia que profundizarían los dos intentos de golpe de Estado, esta vez mucho más serios, que Spínola iba a encabezar en los meses siguientes. El próximo: el 28 de septiembre. LA «MAYORÍA SILENCIOSA» En su segunda intentona reaccionaria, Spínola quiso dotar al golpe de un carácter de masas, agrupando lo que él llamaba la «mayoría silenciosa»; «La mayoría silenciosa del pueblo portugués tiene que despertar y defenderse activamente del totalitarismo extremista que se enfrentarán en la sombra, haciendo uso de las técnicas bien conocidas de manipulación de masas para conducir y acondicionar las emociones y la conducta de un pueblo desconcertado y confundido durante medio siglo de oscurantismo político (…)»[14]. El 26 de septiembre se celebra una corrida en la plaza de toros lisboeta de Campo Pequeno, un acto organizado por Spínola para ser alabado por sus masas y reforzar la convocatoria del 28 del mismo mes de una manifestación para homenajear a Spínola. Tres cuartas partes de las entradas habían sido distribuidas entre sectores reaccionarios. A medida que transcurre la convocatoria, los manifestantes se enardecen gritando «ultramar, ultramar», en oposición a la independencia de las colonias, así como «muerte a Álvaro Cunhal»[15]. A pesar de la incidencia que pudo tener Vasco Gonçalves, quien tenía a agentes suyos infiltrados en los medios de ultra-derecha, el verdadero protagonismo del fracaso del golpe de Estado recayó en la población lisboeta. El peligro reaccionario de la manifestación del 28 de septiembre se transformó en una amenaza real cuando se conoce que los manifestantes reaccionarios vendrían en camiones y autobuses procedentes de todos los rincones de Portugal, especialmente del norte, e irían armados. La organización de los lisboetas la noche del 27, formando piquetes populares, con una participación significativa de militantes del PCP, la Intersindical y otros grupos de izquierda, cortó todos los accesos a Lisboa a través de barricadas. La consigna de los lisboetas era «Portugal não será o Chile da Europa»[16]. La respuesta de las masas para frenar la reacción se dio a pesar de las vacilaciones de la dirección del MFA, que no impulsó las barricadas. Como reconoce el propio Otelo recordando la noche del 27 al 28, «había recibido llamadas insistentes de mucha gente hablándome de las barricadas. Pensé para mí: «¡ya está, el pueblo tomando la iniciativa en nuestro lugar!». Éramos nosotros los que deberíamos estar allí, y allí está nuestro buen pueblo tomando postura»[17]. El libro de Álvaro Cunhal La Revolución portuguesa. El pasado y el futuro describe los acontecimientos: «La operación contrarrevolucionaria fue aplastada por las masas populares estrechamente asociadas a los soldados, sargentos, soldados y marineros fieles al 25 de abril y a la causa de la libertad. De norte a sur del país, el pueblo se levantó con firmeza, con coraje y confianza. A la llamada del PCP y de otras organizaciones políticas de izquierdas (…), de los sindicatos, de las organizaciones unitarias (…) y juveniles (…), las masas populares protagonizaron poderosas acciones de vigilancia, establecieron barricadas por todas partes, controlaron la circulación e impidieron, la realización de la «marcha sobre Lisboa». La clase obrera jugó un papel decisivo en la derrota de la reacción (…). En los medios de transporte, los trabajadores establecieron una estrecha vigilancia. Los ferroviarios estaban preparados para parar los trenes que transportaban manifestantes y los conductores de autobús se negaron a conducir los autobuses. De los 550 autobuses que desde el norte, debían llevar gratuitamente manifestantes a Lisboa, solamente dos se atrevieron a pasar las barricadas. Cuando el COPCON declaró la anulación de la manifestación, ya no tenía la más mínima posibilidad de realizarse (…). Las barricadas, las concentraciones, las manifestaciones, del 27 y 28 de septiembre constituyeron un verdadero levantamiento popular de masas contra la reacción, que se saldó con una rotunda victoria que, consolidando las libertades, imprimió un ritmo aún más veloz al proceso revolucionario»[18]. Las fuerzas militares que se acercaron a los piquetes, en vez de disolverlos, colaboraron con ellos, les entregaron armas y las barricadas no se disuelven hasta mucho después tras reiterados llamamientos del MFA y de Otelo. Los golpistas habían utilizado las fuerzas reaccionarias como la Guardia Nacional Republicana y la Policía de Seguridad Pública (PSP), había planes para asesinar a Vasco Gonçalves... Si el golpe hubiera triunfado, la represión podría haber sido realmente sangrienta. Spínola realizó un último esfuerzo de controlar la situación al convocar el día 29 a la Junta de Salvación Nacional y al Consejo de Estado con el objetivo de recibir poderes extraordinarios. Ninguno de los dos órganos aceptó y el día 30 de septiembre, Spínola era sustituido en la jefatura del Estado por Costa Gomes. Terminaba así la primera fase de la revolución39. Así, la reacción había fracasado de nuevo, y había logrado el efecto contrario. En vez de cortar el proceso revolucionario, impulsaba la revolución hacia delante. Los sucesos del 28 de septiembre demostraron cuales eran los verdaderos planes de la derecha, frustrados por la movilización popular, lo cual provocaba que la revolución se sintiera más fuerte, traduciéndose en una radicalización de la misma. En las fábricas, la lucha estaba adquiriendo un carácter más radical. El 7 de febrero, otra multitudinaria manifestación, impulsada por las Comisiones de Trabajadores, recorre Lisboa contra el desempleo y las amenazadoras maniobras navales de la OTAN frente a las costas portuguesas. La dirección del Partido Socialista defiende su ilegalización, pero las tropas que se envían para impedir su celebración acaban, una vez más, confraternizando con los trabajadores. También en febrero es el momento álgido del movimiento de ocupación de tierras, sobre todo en el Alentejo. En este mes se celebra la I Conferencia de los Trabajadores Agrarios del Sur, bajo el eslogan: «Liquidación de los latifundios, la tierra para quien la trabaja». Los meses comprendidos entre septiembre de 1974 y marzo de 1975, conocieron un proceso de movilización obrera que indicaba que la Revolución de abril entraba en una nueva fase[19]. EL GOLPE DE MARZO. LA REVOLUCIÓN ALCANZA SU CÉNIT En este contexto de radicalización de la revolución, los sectores políticos conservadores apuestan por un nuevo intento de cortar violentamente la revolución, esta vez con un golpe militar tradicional el 11 de marzo de 1975. Otra vez, Spínola estuvo al frente. La misma noche del 11 al 12 de marzo los militares «gonçalvistas» unieron los diversos organismos militares en un nuevo órgano; el Consejo de la Revolución encargado de dirigir la vida socio-política y militar. El primer blanco elegido por los golpistas fue el Regimiento de Artillería nº 1 de Lisboa (RAL 1). Un cuartel situado en un punto estratégico que concentraba una enorme potencia de fuego, bastión de la izquierda militar, uno de los puntos de apoyo más firmas del COPCON. RAL 1 era una manifestación del proceso revolucionario y su ocupación debía representar un golpe al espíritu revolucionario del 25 de abril. La mañana del 11 de marzo, el cuartel es bombardeado, para posteriormente ser sitiado por los paracaidistas de la base de Tancos[20]. La justificación del ataque al RAL 1 era que se estaban produciendo movimientos contrarios al programa del MFA. Durante el cerco al RAL 1 se van concentrando trabajadores de las fábricas, así como vecinos del barrio que empiezan a hablar con los sitiadores, que les desmienten que en el RAL 1 se esté produciendo ningún tipo de movimiento contrario al programa del MFA. El final del asedio se manifiesta en un abrazo entre los sitiadores y los sitiados, imposibilitando la ocupación del RAL 1. El otro objetivo del golpe fue el cuartel de la Guardia Nacional Republicana del Carmo en Lisboa, donde detuvieron al comandante general de la GNR. La fuerza combinada de las masas ciudadanas y militares impidieron la salida de los golpistas. Solo algunos lograron escapar, en carros blindados, pidiendo asilo político en la embajada alemana. Como en el intento de golpe de septiembre, todas las principales carreteras de Lisboa, Oporto, Santarém… vuelven a estar cortadas por los piquetes. De nuevo, el golpe había fracasado. Respondiendo a una pregunta acerca de la torpeza del golpe, un militar opinó: «Spínola es un militar chapado a la antigua. Cree que, tomando militarmente un cuartel y apresando a los oficiales fieles, ya cuenta con los solados de este cuartel para embarcarlos en cualquier aventura. Cree que el soldado es un mero peón de ajedrez, sin ninguna opinión propia. Y eso ya no es así. Los solados ahora charlan con nosotros, cuestionan nuestros puntos de vista y dialogamos abiertamente con ellos sobre problemas sociales, económicos y políticos. Nunca seguirían a un hombre con las ideas de Spínola»[21]. El 26 de marzo se constituyó el IV Gobierno Provisional con Gonçalves como presidente, perdiendo el PS su influencia en el gabinete a favor de los «gonçaslvistas», lo cual va a representar para la revolución su máximo auge. Si bien desde el 25 de abril se había producido una depuración de los directivos vinculados a la dictadura en la industria, en la administración y los medios de comunicación, también se habían dado situaciones de control por parte de los trabajadores sobre los movimientos de capital y mercancías. Las fluctuaciones de capital expusieron una clara vinculación entre el golpe del 11 de marzo y la burguesía económica. Tras la intentona de golpe, para las masas trabajadoras portuguesas el verdadero obstáculo era el propio sistema económico y su dominio en manos de la oligarquía económica dueña de la industria y la tierra. Quién sabe en qué habría desembocado la revolución si esta burguesía hubiese canalizado los deseos de la población tras el 25 de abril en institucionalizar un régimen parlamentario antes de que la revolución se radicalizase. Pero ya era demasiado tarde, la vorágine revolucionaria había llegado a una nueva fase. A partir de entonces, no se podría calmar. O triunfaba ella, o la reacción. La clase obrera con el apoyo del gobierno de Gonçalves, inició un proceso de nacionalizaciones inmediatamente después del 11 de marzo. Como relata Cunhal, los trabajadores «desenmascararon las exportaciones ilegales de capital, las discriminaciones en la política de créditos, los desvíos de fondos, las ayudas financieras a partidos reaccionarios y fascistas. Después del 28 de septiembre [de 1974, día del intento de golpe de la «mayoría silenciosa»], los trabajadores instituyeron un efectivo control de la banca. El 3 de enero de 1975, cuatro mil de ellos reunidos en una asamblea general decidieron pedir al Gobierno Provisional medidas en el sentido de la nacionalización de la banca. El 14 de enero, en la manifestación de 300.000 trabajadores por la unidad sindical, es reclamada nuevamente la nacionalización». Y continúa: «Derrotada la reacción el 11 de marzo, probada la implicación de la banca privada, los trabajadores bancarios, orientados por el sindicato, prohíben a los ejecutivos entrar en las instalaciones. Los delegados sindicales se hacen con las llaves de las cajas fuertes. Los trabajadores forman piquetes de vigilancia en todo el país y cierran los bancos. El día 13 entregan a la Asamblea del MFA pruebas del sabotaje económico de las administraciones. Ese mismo día, el Consejo de la Revolución toma la decisión de nacionalizar la banca»[22]. La nacionalización alcanzó el 96% en el sector eléctrico, el 93,5% en el financiero, el 80% en el cemento, transportes marítimos, radios y televisión, el 60% en los seguros, transporte aéreo y papel, y más del 30% en el químico y en el de construcción de material de transportes. En el campo, los jornales ocuparon las tierras. Cuando a finales de julio de 1975, se publicó la ley de Reforma Agraria, gran parte de los latifundios ya habían desparecido45. Es después del 11 de marzo de 1975 cuando en el MFA se empieza a hablar por primera vez de la necesidad del socialismo. Pocas horas después del fracaso golpe de la reacción, el mayor Ernesto Melo Antunes en síntoma con el pensamiento de buena parte de los dirigentes del FMA, explicó la necesidad de construir «una sociedad socialista, un tipo de socialismo portugués, con características propias y dirigido por el MFA, ya institucionalizado». Precisamente, otra de las medidas importantes tras el 11 de marzo es la institucionalización del MFA, mediante la creación del Consejo Superior de la Revolución y el establecimiento de un pacto entre el MFA y los partidos políticos (Pacto MFA-Partidos) mediante el cual se garantizaba un papel muy importante de los militares en la futura Constitución y en el poder político del país. Ya habíamos hablado anteriormente de la perspectiva parlamentaria que originalmente perseguía la revolución. Pero el desarrollo de los acontecimientos políticos, en el contexto de crisis económica mundial de los años setenta, explican este giro cada vez más a la izquierda del MFA. Los trabajadores portugueses se afianzaron en posiciones izquierdistas, al mismo tiempo que lo hacían los militares. En un ambiente cada vez mayor de lucha social, los militares no podían ser neutrales. Muchos procedían de los estratos humildes y simpatizaban con las aspiraciones sociales de los trabajadores. Además, el comportamiento reaccionario de las fuerzas conservadoras había hecho de la revolución una cuestión de supervivencia debido a los efectos represivos aparejados en caso triunfar la reacción. Por otro lado, durante los 48 años de dictadura, la burguesía política y económica portuguesa mantuvo el poder y el orden a través de la fuerza. No tenía experiencia en establecer una democracia civilizada, lo cual había quedado probado en su compromiso con el recurso al golpe de Estado en el aspecto político, y en la fuga de capitales y el cierre de empresas en lo económico. [1] M. Leguineche, Op. cit., p. 76. 19 Ibíd., p. 77-79. [2] J. Rosich, Op. cit., p. 21. [3] Ibíd., pp. 21-22. [4] http://www.presidencia.pt/?idc=13&idi=6 [Consultado el 03/04/2016]. 23 J. Sánchez Cervelló, La Revolución de los Claveles… Op. cit., P. 26. [5] A. de Spínola, Portugal y el Futuro, Editorial Planeta, Barcelona, 1974, p. 63. [6] J. Sánchez Cervelló, La Revolución de los Claveles… Op. cit., p. 45. [7] http://www1.ci.uc.pt/cd25a/wikka.php?wakka=mfa6 [Consultado 27/3/2017]. [8] R. Varela, Portugal y España, 1974-1978: ¿una unidad histórica?, en A. González-Fernández, «Las transiciones ibéricas», Ayer, nº 99 (2015), p. 39. [9] J. Sánchez Cervelló, La revolución portuguesa…, Op. cit., p. 168. [10] J. Sánchez Cervelló, La Revolución de los Claveles… Op. cit., P. 47. [11] La ley obligaba a que toda huelga debía ser avisada al gobierno con 37 días de antelación. 31 J. Rosich, Op. cit., p. 24-25. [12] Ibíd., p. 26. [13] J. Sánchez Cervelló, La revolución portuguesa… Op. cit., p. 168. [14] http://www1.ci.uc.pt/cd25a/wikka.php?wakka=mfa22 [Consultado 30/03/2016]. [15] J. Sánchez Cervelló, La revolución portuguesa… Op. cit., p. 176. [16] J. Rosich, Op. cit., p. 28. [17] M. Leguineche, Op. cit., p. 163. [18] A. Cunhal, Revolução portuguesa. O passado e o futuro, 1994, en J. Rosich, Op. cit., p. 29-30. 39 J. Sánchez Cervelló, La revolución portuguesa…, Op. cit., p. 178. [19] J. Rosich, Op. cit., p. 31-32. [20] M. Leguineche, Op. cit., p. 176. 42 Ibíd., p. 176-177. [21] Ibíd., p. 178. [22] A. Cunhal, Revolução portuguesa. O passado e o futuro, 1994, p. 301 en J. Rosich, Op. cit., pp. 35-36. 45 J. Rosich, Op. cit., p. 36. 46 Ibíd., p. 37.
0 Comentarios
|