Tal parece que hoy día, y no falta quien asi lo afirme, los estudios con enfoque de género ocupan un lugar primordial en la producción académica. Sin embargo, esta proliferación de textos sobre las problemáticas y la historia de las mujeres solo puede comprenderse a la luz de la apropiación por parte de las mujeres mismas de los espacios de producción de conocimiento, desde donde reivindican su palabra y su lugar en las sociedades contemporáneas. Empero, esta obcecación que bien podemos llamar feminista, ha llevado a las mujeres formadas en la tradición occidental a ignorar otras formas de reivindicación de la palabra de las mujeres; una de las cuales sería la palabra de las mujeres africanas.
Al preguntarnos por un feminismo africano se nos presentan varios problemas, ¿Podemos hablar de una sola actitud frente a las teorías con enfoque de género dentro de un continente tan vasto y diverso como África? ¿Hemos de referirnos al feminismo islámico creciente en el norte del continente o solo podemos hablar de feminismo africano en el sur del Sahara debido a que el feminismo islámico se inserta en un feminismo desarrollado en los países árabes como Irán, Palestina, Marruecos y Egipto? ¿Qué relación tienen las mujeres veladas muhajjabat con las universitarias de Sudáfrica? ¿Cómo afectó la colonización del continente en el siglo XIX a las mujeres y cómo se formula la mujer africana en la época poscolonial? Estas y muchas otras preguntas están en juego cuando queremos hablar del feminismo africano, pero sobre todo yo me he preguntado ¿Existe un solo feminismo africano? ¿De qué feminismo hablamos cuando hablamos de África? O para ir a la cuestión medular ¿Cómo llamamos al feminismo en África sin obviar que el feminismo, en su vertiente blanca, es una teoría de occidente y para occidente que al aplicarse al caso de los países poscoloniales sólo reproduce patrones colonizadores? Para Oyèrónké Oyewùmí, profesora de sociología en la Universidad de Santa Bárbara y estudiosa de la cultura Yoruba, es importante hacer una diferenciación entre el feminismo como sustantivo, es decir como nombre de una teoría determinada y el feminismo como un adjetivo, es decir una actitud. Para ella el nombre feminismo se ha utilizado para nombrar a los movimientos históricos recientes en Europa y los Estados Unidos que apelan a la emancipación de la mujer, erigiéndose como un proyecto político global. Por otro lado si se utiliza feminismo como adjetivo esto refiere a una actitud de autodeterminación femenina, en éste sentido podemos hablar de feminismo en África, ya que la autodeterminación femenina ha estado presente desde siempre en las sociedades africanas como un valor muy importante, así África puede llamarse, como dice Filomena Steady, el hogar originario de los principios feministas.[1] Partiendo de esta acepción del feminismo como un adjetivo y, en un esfuerzo por responder estas preguntas, este artículo es un breve esbozo de la palabra de las mujeres del continente africano. Lejos de tener pretensiones universalizadoras o generalizadoras y debido al tamaño del continente, al número de naciones que en él existen y al inconmensurable universo de feminismos africanos, he decidido limitarme al feminismo subsahariano. He dejado de lado el feminismo de Sudáfrica por falta de tiempo y también porque este es heredero en gran medida del movimiento en contra del Apartheid y confieso que intentar abarcar el movimiento de mujeres sudafricanas se me escaparía de las manos, así mismo, después de haber incluido el movimiento de mujeres del norte de África conocido como feminismo islámico, decidí dejarlo fuera porque abordarlo me llevaría a la discusión contemporánea sobre la posibilidad de la existencia de un feminismo islámico, asunto carísimo a las discusiones y debates sobre feminismos inclusivos y descoloniales, que esperamos en un futuro abordar desde Hastapenak. La critica al feminismo occidental y el poscolonialismo La colonización del continente africano en el siglo XIX y las luchas por su liberación del posterior siglo han marcado la historia de las mujeres africanas de diversas formas, cada una ubicada en una especialidad, temporalidad y cultura específica. Las mujeres subsaharianas que sufrieron la esclavitud desde el siglo XVI y posteriormente regímenes de servilismo y discriminación racial han sido quienes han conservado la memoria histórica de sus comunidades; la madre, figura primordial de las relaciones de sociabilidad africanas, se ha encargado no solo de lo que llamaríamos en la tradición occidental las labores domésticas, sino también de la producción y reproducción de la vida material, es decir de la agricultura. La mujer, que antaño ha sido relacionada con la fertilidad de la tierra, hoy día es el sustento de millones de familias subsaharianas y exige frente a las sociedades occidentales que, igualmente se reconozca su papel como sujeto activo y no solo como sujeto pasivo de una serie de programas asistencialistas que en nada responden a las necesidades de sus comunidades. Es desde aquí, desde donde se produce la crítica al feminismo occidental que, sostienen, heredero de la tradición de los estudios africanistas[2] sólo ha reproducido durante las últimas décadas los estereotipos que sobre África y la mujer africana se han venido creando desde el siglo XVI y tuvieron su máxima expresión durante las empresas colonizadoras europeas del siglo XIX. Nos referimos a la figura de la mujer africana como una ignorante sumida en la miseria a causa de un sistema patriarcal opresor, cuyos principales rasgos serían los matrimonios concertados, la circunsición femenina y la poligamia y la figura de la prostituta, que se relaciona con una idea de primitivismo sexual. Las africanas dicen que el género es un concepto que Europa exportó al mundo no occidental; en muchas sociedades africanas, sobre todo del oeste de África, por poner un ejemplo la Yoruba, el género no se encuentra diferenciado en el lenguaje y, los roles que desempeñan los miembros de una colectividad no están dados dependiendo del sexo, sino mas bien de los lazos consanguíneos, la edad y la participación en la vida comunitaria. Del mismo modo la idea de la superioridad masculina frente a la inferioridad femenina, es un constructo que si está presente en las sociedades subsaharianas es debido al colonialismo en principio árabe[3], el cual se vio reforzado por el europeo. La opresión en la que viven las mujeres ha sido igualmente universalizada por las feministas blancas occidentales. No se trata de negar la opresión masculina, sostienen las africanas, se trata de ubicarla en un contexto histórico, político, social, económico y cultural específico, de éste modo se puede incluir la opresión racial o de clase que pocas veces es incluida en el discurso feminista occidental, el cual generalmente apela a derechos políticos y participación femenina en la esfera de lo público, sin embargo esta diferenciación entre la esfera de lo público y lo privado, tan cara al feminismo occidental en la situación africana e incluso latinoamericana no está tan bien definida, la frontera entre lo público y lo privado se desdibuja a la luz de las necesidades de la familia y de la colectividad. Así pues, la teoría feminista occidental parece haber ignorado, o no da respuesta, a las necesidades específicas de mujeres no blancas y no urbanas, que, si bien es cierto, no pueden denominar a sus culturas y formas de resistencia como autóctonas, ya que el contacto con Europa y América trajo consigo una inserción de elementos occidentales en sus culturas originarias, generando una hibridación de la cultura, tampoco comparten prácticas con muchas de las feministas de occidente, para quienes la concepción de la maternidad, del matrimonio, la familia, la pobreza, el acceso a la educación y los derechos políticos son temas que ya no están dentro de su agenda, por creer que ya están “superados”, esta idea misma de superar la opresión representa en sí una forma de avance o evolución hacia la emancipación que obligatoriamente ubica a las mujeres africanas en el último escalafón de este progreso emancipatorio. Responder a occidente: Descolonización del conocimiento La respuesta al feminismo occidental por parte de las mujeres africanas es lo que se ha llamado la descolonización del feminismo. Desde la década de los 70 y a raíz de trabajo de Edward Said, se viene desarrollando una crítica a la tradición occidental en la producción del conocimiento pero sobre todo se vienen reinventando y generando nuevos conocimientos desde el poscolonialismo, que intenta responder a las necesidades específicas de este tipo de sociedades, así éste esfuerzo se viene desarrollando en América Latina y el Caribe, África y Asia. La agenda del feminismo africano, tiene como principales puntos: La maternidad. Esta es una forma de colectividad femenina en África, es la forma en que las mujeres se relacionan ante los otros pero sobre todo entre ellas mismas, figuras como la de la comadre mexicana son también características de las sociedades africanas, en las que el cuidado de los hijos está a cargo de todas las mujeres de la familia, así los niños tienen muchas madres. Esto no puede entenderse si no desechamos la figura de la familia nuclear occidental, conformada solo por el padre, la madre y los hijos. En el África subsahariana las familias son clanes, el matrimonio no es un contrato entre dos individuos sino un pacto colectivo entre familias. Por ejemplo entre los zulúes el matrimonio se realiza entre las mujeres de ambas familias: las tías maternas de la chica se sientan en una esquina del patio opuesta a donde se encuentran las tías maternas del novio, presentan un informe de las cualidades de la novia, preguntan si hay alguna inconformidad y si no la hay las tías del novio piden agua, lo que significa que es una tradición que la novia lleve agua a la casa de sus parientes políticos. Los problemas con las familias políticas es otro punto dentro de la agenda del feminismo africano, ya que las mujeres deben abandonar su casa para ir a vivir a casa familiar del novio. La novia debe aprender a ser dócil y amable con su nueva familia y esta está obligada a ser amable y acogerla como una hija, esto es algo que no sucede a menudo, lo que genera problemas entre la novia y su familia política. La pobreza extrema es uno de los principales problemas de las mujeres africanas, para lo cual ellas mismas tejen redes de solidaridad y desarrollo, que si bien no están en contraposición con los programas para el desarrollo de los países occidentales en África, es una forma de tomar un papel activo en el combate a la pobreza de sus propias comunidades y no esperar a que se les reparta o llegue una ONG a “solucionar” problemas que pocas veces pueden comprender, ya que mucho del fracaso de estos proyectos de cooperación para integrar a las mujeres al desarrollo económico, viene de la poca importancia que se le dan a las relaciones de género (que en África como hemos visto tienen otra forma de desarrollarse) en los diferentes contextos económicos. He intentado de manera muy breve mostrar cómo los feminismos del llamado “tercer mundo” proponen un análisis multidisciplinario e interseccional, que incluye un enfoque histórico, económico, político, cultural y psicológico de las relaciones de género, en gran medida determinadas hoy día por la experiencia colonial, reconociendo los caracteres particulares de cada individuo y los comunes a, valga la redundancia, la colectividad. Esta corriente de análisis incluye factores como el género, la raza, la clase social y el imperialismo. Cabe mencionar que el mismo esfuerzo se esta realizando en algunos espacios del feminismo occidental, sobre todo dentro del movimiento lésbico-feminista, un ejemplo sería Judith Butler, quien en su texto Cuerpos que importan, incluye las categorías anteriormente mencionadas, pero es sobre todo desde el Sur, el sur entendido como un espacio político donde criticar a las herencias coloniales, un lugar en donde pensar a las mujeres dentro su especificidad, desde donde la descolonización del conocimiento es un ejercicio no solo académico, sino también cotidiano, que está dando como frutos nuevas formas de pensar la realidad y de pensar el ser mujeres, negras, africanas y sujetas poscoloniales. [1] Oyèrónké Oyewùmí, African women and feminism, Eritrea, Africa World Press, 2000. [2] Es importante destacar la influencia de Edward Said y su trabajo pionero respecto de la imagología: Orientalismo. En éste Said describe al orientalismo como un modo de relacionarse con el Otro, en este caso llamado Oriente, desde un lugar definido por el poder imperial. Este orientalismo que es una forma de creación de conocimiento se basa en la idea de que los otros, los orientales, que en oposición a los occidentales son bárbaros, atrasados, ignorantes… no pueden representarse a sí mismos por tanto deben ser representados. Lo mismo sucede con esta tradición académica de estudiosos de África, quienes desde la “civilización” occidental se enfrentan a la barbarie y caos que representa el “Continente negro”. [3] Hay que poner énfasis en que el feminismo islámico sostiene que el Islam no predica la inferioridad femenina, por el contrario apela a la igualdad entre los sexos, pero éste ha sido deformado primeramente por el contacto con occidente y como una forma de reacción por parte de los llamados fundamentalistas a modelos occidentales de vida, lo que trajo consigo una reinvención de las costumbres musulmanas, por ejemplo la adopción del velo, que no se encuentra reglamentado en ninguna parte del Corán o la adopción de la vestimenta religiosa por parte de las mujeres; una feminista egipcia dice al respecto: “Se abandona al Islam bajo la autoridad de todas las formas de colonialismo, se cierran los ojos ante las miserias, el analfabetismo, la falta de hospitales, la inexistencia de tecnología, para discutir sobre las manos de las mujeres y su papel único de madres de familia. El Islam es civilización, ley, evolución y no esas pequeñeces propias de ignorantes.” Aïcha Lemsine, Ordalía de las voces, las mujeres árabes hablan, España, Universidad de Valladolid, 1998, p. 434
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