La historia reciente de Cuba ha sido uno de los temas mas tratados de la historia de América Latina, debido a la especial relación que ha mantenido con Estados Unidos desde 1959. Por ello, el período que comienza con la llegada al poder de Fidel Castro y el inicio del bloqueo económico, que la potencia norteamericana impuso a la pequeña isla caribeña, ha sido ampliamente estudiado. Sin embargo, existe un período que no ha sido tan trabajado y que se antoja fundamental para comprender la segunda mitad del siglo XX cubano. Durante dicho lapso temporal se trató de implantar en Cuba dos regímenes democráticos encarnados en forma de dos Repúblicas. El fracaso de ambos intentos democráticos explican, en cierta medida, el hartazgo de la sociedad cubana respecto a sus gobernantes y el apoyo que amplios sectores de la sociedad cubana ofrecieron a la guerrilla encabezada por Fidel Castro y Ernesto Guevara. Por ello, en este artículo, se explicará el primer intento democrático que experimentó Cuba.
Todos los autores coinciden en destacar que la Primera República cubana se caracterizó por una inestabilidad continua, una corrupción sistemática de sus gobernantes, una dependencia económica muy peligrosa sobre el azúcar y una intervención directa e indirecta feroz por parte de los Estados Unidos de América. Una de las claves para comprender este período republicano es que en ningún momento Cuba fue dueña de sí misma, Moreno Fraginals[1] afirma que durante este espacio temporal “la isla será un convidado de piedra en la toma de decisiones de su propio futuro”. Entre 1902 y 1933 “la perla antillana” sufrió cuatro intervenciones estadounidenses, tuvo cinco presidentes (todos ellos militares o doctores) de los cuales ninguno fue elegido mediante un proceso electoral libre de pucherazos, sobornos… Es esencial comprender que este sistema político cubano fue implantado desde Washington durante la gobernación de los dos estadounidenses enviados a Cuba a lo largo de la primera intervención, Leonard Wood y John Brooke. El futuro de Cuba era esencial para los intereses de Washington y del sector privado yankee, tal y como demuestran las siguientes declaraciones del presidente Mckinley en 1899: “la nueva Cuba debe estar necesariamente ligada a nosotros por vínculos especiales de intimidad y fuerza, así es que ha de asegurarse su perdurable bienestar”.[2] Por ello, Leonard Wood fue el principal valedor de la Constitución cubana de 1902, una Carta Magna que nació completamente viciada. En primer lugar, la gran cantidad de atribuciones que se le otorgaron al poder ejecutivo, permitía operar a los presidentes al margen del poder legislativo.[3] De esta forma, muchos presidentes actuaron como auténticos caudillos, sobre todo a la hora de la reelección. No existía un límite al número de veces que podía ser reelegido un gobernante, además era responsabilidad del máximo mandatario realizar el censo electoral, por lo que no es difícil entender que se produjesen numerosos fraudes en dichos censos. No obstante, la pieza clave de esta Constitución fue la famosa Enmienda Platt, disposición por la cual Estados Unidos se reservaba el derecho a intervenir en la isla. Asimismo, todo aquello que fuera aprobado durante los periodos interventores debía ser mantenido, es decir, no podía ser derogado en el futuro. Además, por medio de dicha Enmienda Washington se convertía en dueña de una serie de territorios carboníferos y así como de un conjunto de astilleros.[4] Sumado a los grandes fallos de la Constitución de 1902 y al control político que otorgaba la Enmienda Platt a los Estados Unidos, cabe destacar que, a lo largo de los cuatro años que duró la intervención estadounidense, se impusieron una serie de reformas que respondieron a un único fin, asegurar la supremacía económica estadounidense sobre Cuba. El objetivo se logró mediante el establecimiento de la paridad entre el peso y el dólar y sobre todo con la firma del Tratado de Reciprocidad. Dicho acuerdo respondía a los objetivos de dominación que Washington tenía sobre la isla y a la necesidad cubana de encontrar mercados en los que volcar la producción de su único motor económico, el azúcar, ahora que España no lo hacía. Por ello, el Tratado ofrecía ventajas comerciales a Estados Unidos en la isla a cambio de comprar la mayoría de la producción azucarera cubana. La situación fue perfectamente descrita por Eduardo Galeano “El azúcar era el cuchillo y el imperio el asesino”.[5] Una vez establecido el control económico y político Estados Unidos puso fin a su primera intervención y dio paso a la República de los Generales y Doctores, siendo Tomás Estrada Palma su primer presidente (1902) y Gerardo Machado el último (1933). Los distintos presidentes cometieron los mismos errores. Así mismo, la oposición nunca ofrecía una solución y se limitaba a protagonizar los mismos fraudes electorales o corruptelas que sus antecesores. En palabras del Presidente de la Cámara de los Diputados, José Antonio González, “nuestros partidos políticos son unas meras cooperativas organizadas para aprovecharse de los gastos burocráticos”.[6] La realidad política en Cuba, a lo largo de estas tres décadas, respondía, por tanto, a dos elementos claros y relacionados entre sí: el férreo control estadounidense y el crecimiento económico espectacular de Cuba. Con unos datos económicos que permitían a “la perla antillana” crecer a un ritmo vertiginoso (duplicó su PNB y triplicó su la producción azucarera entre 1900 y 1917),[7] los gobernantes nunca tuvieron que hacer frente a graves periodos de recesión económica, por lo que no se encontraron con apenas protestas o revueltas sociales. Sin embargo, tal y como apunta la mayoría de los historiadores, dicha situación ahondó la dominación estadounidense sobre el país caribeño, debido a que los gobernantes cubanos resolvieron cualquier tipo de disputa (habitualmente eran por motivo de fraude electoral o corrupción) exigiendo la mediación de gobernantes enviados desde Washington. De esta manera, la República cubana no llegó nunca a madurar. Es comprensible, por tanto, que este sistema político jamás se desarrollase y terminase por derrumbarse. Tras la Primera Guerra Mundial, llegaban a La Habana, desde Washington, noticias de una posible escasez de azúcar en Estados Unidos que motivaron un incremento de la zafra azucarera (creció en un 185% entre 1919 y 1920) con el objetivo de volcarlo en un mercado estadounidense presumiblemente necesitado del oro blanco. Sin embargo, dicha escasez nunca se produjo y Cuba sufrió una de las peores crisis económicas de los últimos años. El precio del azúcar se desplomó en cuestión de meses cayendo de los 20,8 cts. de mayo de 1920, a los 5,3 cts. en diciembre de ese mismo año[8]. Todo esto generó una grave crisis estructural en Cuba que puso al descubierto las miserias económicas del país y genero graves conflictos sociales a los que el presidente Zayas no pudo hacer frente. Dicha situación llevó al poder en 1925 a Gerardo Machado el último presidente de la de la Primera República de Cuba. La amplia mayoría de expertos coincide en señalar que el gobierno del general Machado mostró a la perfección que la República de Cuba no solo no había triunfado, sino que era un fracaso evidente. El nuevo gobernante cubano logró estabilizar la situación económica gracias a la ayuda de los dólares norteamericanos y la modernización de los procesos productivos de la industria azucarera, es decir, tras la grave crisis económica que había sufrido la isla por la vinculación excesiva de Cuba con su vecino norteño, el presidente aumento aún más si cabe dicha vinculación con el objetivo de que la nación cubana volviese a crecer, pero siempre dependiendo del azúcar y del mercado estadounidense. Prueba de ello fueron los numerosos intentos de firmar un nuevo tratado comercial con Washington que Gerardo Machado llevo a cabo. No obstante existía un problema clave, y es que la sociedad cubana exigía un cambio político, es decir, si durante los anteriores gobiernos la sociedad se mantuvo estable y calmada, será a partir de este instante cuando los cubanos tomen conciencia de los problemas de la República y exigían cambios (el cese de la corrupción sistémica de los gobernantes, acabar con los fraudes electorales y la exigencia de políticas de carácter más social). Así, partidos políticos como el comunista o los sindicatos estudiantiles canalizarán el descontento popular en forma de protestas, revueltas manifestaciones, etc. Con un sistema político al borde del colapso, el general Machado optó por una represión feroz y sistemática, que llevó a numerosos enfrentamientos, muertos, heridos e incluso ajusticiados como el caso de Claudio Bouzo.[9] La República terminó de colapsarse con el estallido de la crisis norteamericana de 1929, recesión económica que hundió por completo la economía cubana. Ante este nuevo colapso económico Machado fue incapaz de solventar los problemas de la isla y la sociedad cubana exigió el cese de Machado, incluso Estados Unidos presionó al presidente para que dimitiera ante el descalabro de su mandato o se verían obligados a intervenir. Finalmente Gerardo Machado huyó de Cuba el 12 de agosto de 1933, con su derrocamiento se ponía fin a la Primera República de Cuba. Daba comienzo, por tanto, una nueva intentona de establecer un nuevo orden republicano en la isla. [1] Moreno Fraginals, Manuel. “Cien años de historia Cuba (1898-1998).” Página 169. Ed. Verbum, Madrid 2000. [2] Rodrigo, Martín. Cuba de Colonia a República. Página 177. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2006. [3] Moreno Fraginals, Manuel. Cien años de historia Cuba (1898-1998). Páginas 170-173. Ed. Verbum, Madrid 2000. [4] Enmienda Platt de 1901. Fuente: Biblioteca jurídica virtual del instituto de investigaciones jurídicas de la Universidad Nacional de Autónoma de México: http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/6/2525/15.`df . [5] Galeano, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina. Página 169. Ed. Siglo XXI, Madrid 2013. [6] Naranjo Orovio, Consuelo. Historia de Cuba. Página 349. Ed. Doce Calles. Madrid 2009. [7] Rodrigo, Martín. Cuba de colonia a república. Página 176. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2006. [8] Santamaría, Antonio. Sin azúcar no hay país. Páginas 45-47. Ed. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Sevilla 2002 [9] Estudiante cubano, cuyos restos aparecieron en el estomago de un tiburón. |