A lo largo de nuestra historia han sido las ficciones las que han ido conformando la forma en cómo recordamos ciertos momentos de la historia; por ejemplo, la visión oscurantista de la edad media que tenían los renacentistas y que después el romanticismo ayudó a difundir. De la misma forma, los acontecimientos del mundo reciente son también presa de estas ficciones, y más si sumamos un escenario de tensión ideológica y política como el de la Guerra Fría, donde la representación del rival fue clave en una estrategia de enfrentamiento y sostenimiento de ciertas políticas. Películas, series, novelas al servicio consciente e inconsciente de la realidad imperante, como Amanecer Rojo o Rambo directamente ligadas al crecimiento del gasto militar estadounidense y las intervenciones bélicas de la Era Reagan.
Con estos antecedentes en juego, analizar una obra de ficción, así como las visiones de uno y otro bando, es también una forma de conectar con esos acontecimientos; No obstante, Chernobyl no va de eso: se trata de una ficción que se desarrolla tiempo después de la desaparición de uno de los contendientes de la Guerra Fría, y, por tanto, es una ficción en el que el enfrentamiento dialéctico está más distendido, aunque no sin dar parte de sus secuelas, que aún continúan vigentes: las de la Guerra Fría y las del accidente, cuyas compensaciones a la zona y sus habitantes continúan o bien pendientes o bien completamente abandonados u olvidadas. Debemos leer la serie en clave de un homenaje: el que faltó por realizar a todo ese sacrificio colectivo en cuestión. De esta maneta nos muestra una buena relación de todos los habitantes del complejo sistema soviético: Appartchiks, militares, burócratas… Aunque también nos muestran pequeños retazos de vida y normalidad, muy diferente de otras ficciones en las que nos representan un país gris, sin vida, sólo formado por un férreo eslabón político-militar que controla todo; nada más lejos de la realidad: existe la vida más allá del telón de acero. Una vida que en esta historia es la del sacrificio, continuo y constante, representado en los momentos de la evacuación, en los bomberos, los militares, así como de las mujeres y hombres que no pueden -pudieron- librarse de la catástrofe, de Scherbina, el burócrata, (y su redención) y los científicos Jomiuk y Legasov. Aquí, se presenta el cásico antagonismo de hombre contra el sistema (en este caso, mujer contra el sistema) para presentar lo que otras ficciones han presentado: una burocracia ineficaz, unos políticos incapaces… etc. Y esto, dentro de lo que cabe es lo que ha recibido más críticas. Fuera de ficciones esto debería sonarnos ya que muchos relatos históricos, sin quererlo, dejan ciertas “brechas temporales” en el que reflejan más escenas cotidianas que escenas del pasado a representar. Pues bien, esas “brechas” son lo aprovechable de las nuevas ficciones en la cuales, al desaparecer el enemigo ideológico, se presentan como críticas a la realidad actual, de la que Chernobyl no se libra ¿o acaso la lucha de sus protagonistas no es similar a la actual lucha contra el cambio climático?, ¿no se nos presenta el mismo antagonista en esa lucha, una burocracia conservadora y reaccionaria incapaz de imaginar nada más, sólo la realidad construida? Por el otro lado, se reivindica continuamente a la Unión Soviética como una fuerza militar y política capaz de frenar el fascismo y enfrentarse a las potencias occidentales; no obstante, esa sería la peor reivindicación, ya que muchos horizontes post-capitalistas o de emancipación ya existentes en el imaginario soviético, se verían ensombrecidos por el cierre dogmático a una realidad alternativa de la que Mark Fisher hablaba en su libro Realismo Capitalista: El sistema soviético no logro alcanzar este sueño , cuya realización quizás compete a nuestro futuro, si es que aceptamos que no estamos peleando por un retorno a las condiciones esencialmente reaccionarias de la interacción cara a cara y a una línea de campesinos racialmente puros que surcan el mismo pedazo de tierra durante toda la eternidad... Deberíamos pelear por algo distinto: por la construcción de una modernidad alternativa , en la que la tecnología , la producción en masa y los sistemas más impersonales del gerenciamiento contribuyan, todos, a la remodelación de la esfera pública. (Mark Fisher, Realismo Capitalista 2016) Si nos han contado el pasado, queda inventar el futuro; es decir, aprovechar cada brecha de estas nuevas ficciones para crear nuevos horizontes y modernidades: hacer homenaje a todo ese sacrifico colectivo en pos de la emancipación.
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AutorJavier Rodríguez Paredes (UNED) |